Cinco acciones para mantenerse joven.

Mantenerse joven no es cuestión de someterse a una operación de cirugía plástica, ni salir todas las mañanas a correr dos kilómetros. Más bien es una combinación de actividades que nos hacen sentirnos bien, tanto física como emocionalmente. Te comentamos en este artículo 5 acciones que influyen en retrasar nuestra edad biológica, aunque existen otras más.

Los médicos insisten en diferenciar la edad cronológica de la edad biológica. La primera hace referencia a los años que tenemos, mientras la segunda se refiere al estado en el que se encuentran las células de nuestro cuerpo. Aunque están relacionadas, no existe una correspondencia mecánica. En la edad biológica influyen factores genéticos, de salud y de estilo de vida. Así, por ejemplo, sufrir una enfermedad crónica envejece considerablemente nuestro cuerpo. Por otro lado, un obrero de la construcción envejecerá antes que alguien que ha trabajado toda su vida en una oficina.

Parece que en las últimas décadas existe una preocupación generalizada por mantenernos jóvenes. Es como si viviéramos en la piel de Dorian Gray. El protagonista de un relato que escribió Oscar Wilde a finales del siglo XIX en el que cuenta la historia de un joven que hizo un pacto con el diablo para mantenerse siempre joven. En realidad, no es del todo así. Somos conscientes del paso del tiempo, pero queremos conservar la ilusión y la vitalidad de años pasados.

No es un asunto únicamente estético. Por supuesto que nuestra imagen influye en nuestra aceptación y en nuestro estado de ánimo. Nos gustamos y eso hace que nos suba la autoestima. Pero más bien, este interés obedece a disfrutar de la vida.

No vamos a pensar como nuestros hijos, ni vamos a tener sus mismos gustos. Hemos crecido en otras circunstancias. Pero vemos otra vez a los Rolling Stones encima de un escenario y pensamos: “Se puede ser siempre joven.”

Aquí te dejo 5 propuestas para que las medites y las incorpores en tu vida, en la medida que consideres oportuno:

Pequeños tratamientos estéticos.

Es inevitable que con el paso del tiempo empiecen a aparecernos arrugas y qué determinadas partes de nuestro cuerpo pierdan tonicidad, se descuelguen y se vuelvan más flácidas.

Este fenómeno sucede, principalmente, porque nuestro cuerpo, con el tiempo, va dejando de fabricar progresivamente determinadas proteínas que intervienen en la reconstrucción de las células dañadas, como es el caso del colágeno y del ácido hialurónico.

Los expertos de Medyglobal, una empresa que se encarga de distribuir fármacos para profesionales de la medicina estética, comentan que una tendencia en alza dentro del sector consiste en proporcionar estas proteínas naturales que el cuerpo ha dejado de producir. Cosa que se hace mediante infiltraciones que ayudan a reconstruir los tejidos y áreas que queremos rejuvenecer.

Se trata de una medicina no invasiva, perfectamente asimilable por el cuerpo, sin efectos secundarios, que además de producir un efecto estético, genera beneficios para la salud de nuestra piel.

Con las infiltraciones de estos productos se contribuye a hidratar las células de la epidermis y a devolverles parte de la elasticidad perdida.

Mantener una alimentación saludable.

La revista digital «Mejor con Salud» afirma que la alimentación tiene una influencia decisiva en el proceso de envejecimiento del cuerpo.

Mantener una alimentación sana y equilibrada asegura que aportamos, al cuerpo, todos aquellos nutrientes que necesita. No se trata de prescindir de las proteínas que proporciona la carne, ni de dejar de consumir hidratos de carbono, sino de tomarlos en su justa medida. Siempre buscando una alimentación variada. Un ejemplo de ello es la dieta mediterránea. Que combina en una proporción adecuada la ingesta de frutas y verduras con la carne, el pescado, los lácteos, los cereales, las legumbres. Todo ello aderezado o cocinado con un alimento tan beneficioso como el aceite de oliva, que evita que el colesterol malo se concentre en nuestras venas y arterias.

Por otro lado, una gran cantidad de alimentos, principalmente frutas y verduras, nos aportan antioxidantes que contrarrestan la erosión que determinadas sustancias y agentes externos efectúan sobre nuestras células. Estos antioxidantes los encontramos en el tomate, el pimiento rojo, el brócoli, los guisantes, la zanahoria, la fresa, los arándanos, la naranja. Pero también en la yema de huevo, el cacao puro y las espinacas.

Algunos de estos alimentos estimulan la producción natural de colágeno. Otros aportan minerales esenciales como el manganeso, importantes en la reconstrucción de las células, y otros son ricos en vitamina C, que ayuda a sanar heridas y a producir tejido cicatricial.

Sin duda, estos son alimentos que no pueden faltar en nuestra alimentación habitual.

Practicar ejercicio con regularidad.

La revista Uppers señala que el sedentarismo acelera el envejecimiento celular. Debemos concebir nuestro cuerpo como una máquina perfectamente engrasada. Como sucede con cualquier máquina, si se deja de utilizar, termina atrofiándose. Si tenemos el coche guardado en el garaje durante todo un año, no podemos esperar que funcione correctamente cuando lo necesitemos. Es bueno ir dándole rodaje de vez en cuando. Esto hará que la fricción que se produce en los distintos rodamientos, engranajes y piezas que forman el vehículo sea menor, y que, por tanto, su conducción nos resulte más suave.

Lo mismo sucede con el cuerpo humano. Todos los médicos coinciden en señalar que una práctica moderada y habitual de ejercicio mejora nuestra salud cardiovascular y, como resultado, favorece que la sangre llegue a todas las células del cuerpo, aportando los nutrientes que necesita y evacuando los elementos de desecho.

Para eso no hace falta prepararse para correr una maratón. Basta con acostumbrarnos a caminar una hora al día o salir a correr o ir en bicicleta entre media hora y 45 minutos. Para esto también es importante cambiar determinados hábitos. Como subir las escaleras para ir a nuestro piso en lugar de coger el ascensor, o desplazarnos andando en los desplazamientos cortos en vez de coger el coche.

Janet Lord, directora del Instituto de Inflamación y Envejecimiento de la Universidad de Birmingham (Inglaterra) afirma que las personas que están acostumbradas a realizar ejercicio desde jóvenes, y que han mantenido un cierto nivel de actividad física durante toda su vida, conservan un sistema inmunológico más fuerte, lo cual se refleja en su estado de salud y en su aspecto físico.

Tener la mente ocupada.

Otra actividad importante para sentirnos jóvenes es mantener la mente ocupada. Sentirnos activos. Realizar actividades que nos hagan pensar y mantener activa nuestra mente. No se trata de hacerlo como una obligación, sino dejarnos llevar por aquellas actividades que nos estimulen.

Siempre es mejor leer una buena novela que quedarse embobado viendo la televisión. La lectura ejercita la compresión, el procesamiento de la información, la elaboración mental de conclusiones y estimula la imaginación. Si lo que te gusta es ver películas y series, es bueno que después las comentes con tu pareja o tus amigos como si estuvieras en un cinefórum. Esto te ayuda a elaborar un pensamiento crítico, lo cual le requiere un cierto esfuerzo mental.

Otras actividades interesantes que mantengan tu cabeza ocupada puede ser pintar, dibujar o tocar un instrumento musical. Se ha demostrado que estas acciones ejercitan diferentes áreas del cerebro al mismo tiempo. Salir de casa para realizar actividades culturales como visitar museos, ir al teatro, acudir a una conferencia interesante, también ejercitan el intelecto en cuanto que estamos procesando la información recibida.

Todas estas actividades liberan serotonina, la llamada hormona de la felicidad. Además de hacernos sentirnos bien, activan la circulación de la sangre y refuerza nuestras defensas. Se trata, pues, de entregarnos a hobbies y aficiones que nos agraden.

Evitar el estrés.

Un estudio publicado por la Universidad de Yale (Estados Unidos) sugiere que el estrés acelera el reloj vital, mientras que relajarse, contribuye a ralentizarlo. El estrés nos conduce a un agotamiento físico e intelectual que impide que el cuerpo se recupere y que las células de los diferentes tejidos se regeneren.

Lo apreciamos de una forma empírica en el rostro de otras personas. Cuando alguien ha estado sometido a mucha presión durante un periodo prolongado de tiempo, nos da la impresión de que se encuentra más deteriorado. De que tiene una apariencia envejecida.

Es normal, el cuerpo y el cerebro han estado tan volcados en realizar determinadas tareas que se han despreocupado de ellos mismos. El estrés influye negativamente en la aparición de accidentes cardiovasculares y en el desarrollo de la diabetes. Así como aumenta el riesgo de que padecer enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad.

La alternativa para evitar el estrés no es tirarnos a “la Bartola”. Todo lo contrario. Es bueno que realicemos diferentes actividades. Pero no que nos las planteemos como si en ello nos fuera la vida. Todo lo contrario, hay que disfrutar de ellas y disfrutar del momento.

Tenemos que aprender a ponerles límite al tiempo y las preocupaciones. Que no nos absorban. Debemos reservarnos tiempo para nosotros mismos.

Lo importante para mantenerse joven es combinar todas estas actividades, no centrarse en una sola, ya que de esa forma no sería efectiva. Aunque no lo parezca, todas están interrelacionadas. La juventud no es solo cuestión de apariencia.

 

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