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¿Qué es mejor, solicitar un crédito o un préstamo para tu empresa?

Cuando quise montar mi empresa, una de las cosas que me preocupaba era el dinero. Tenía claro que no podía esperar a ahorrar durante años hasta reunir lo suficiente, porque entonces nunca lo iba a hacer. Necesitaba dinero ya. Y ahí es cuando te preguntas: ¿me conviene más pedir un préstamo o abrir una línea de crédito? Parece lo mismo, pero no lo es.

La diferencia entre estas dos opciones cambia mucho la manera en que gestionas el dinero. No solo por los intereses, también por saber cuál de ellos necesita tu empresa. Y, siendo sincero, cuando estás empezando no quieres atarte a algo que luego se convierta en una carga imposible.

Para mí, lo más importante es entender qué implica cada opción, saber qué me conviene según el momento de mi negocio. Ahora, quiero que tú también lo sepas.

 

Diferencias reales entre préstamo y crédito

Un préstamo es sencillo: el banco o la entidad te da el dinero de golpe, todo junto, y luego tú lo devuelves en cuotas con intereses. Ya sabes cuánto vas a pagar, ya sabes cuánto debes, y es algo bastante fijo. Ideal si necesitas una cantidad exacta para algo puntual, como comprar maquinaria o pagar una inversión grande.

En cambio, el crédito es otra historia. No te dan el dinero de una vez. Lo que hacen es abrirte una especie de “bolsa” de dinero con un límite, y tú vas sacando de ahí según lo necesites. Lo bueno es que no pagas intereses por todo, solo por la parte que usas. Eso da mucha libertad si tu empresa tiene gastos variables o si quieres tener un colchón para imprevistos.

Otra diferencia es la flexibilidad. El préstamo suele tener un plazo largo y pagos fijos, mientras que el crédito es más dinámico: tú decides cuánto usar y cuándo devolver. Eso sí, no es gratis, porque hay comisiones de apertura, de disponibilidad y otros detalles que tienes que mirar bien.

Si lo pienso desde mi situación, me doy cuenta de que un préstamo sería útil si ya tengo un proyecto concreto con un presupuesto cerrado. Pero si lo que quiero es aguantar altibajos de caja, el crédito me daría más margen.

 

Cómo funcionan en la práctica

Supón que quiero abrir un local y necesito pagar alquiler, reformas y mobiliario. El coste total es de 50.000 euros. En este caso, pedir un préstamo tiene sentido, porque ya sé la cifra exacta y me comprometo a devolverla en X años. Tendría cuotas fijas y podría planificar los pagos.

Pero, si lo que necesito es financiar los primeros meses hasta que empiece a entrar dinero, es distinto. Ahí un crédito me da más aire, porque no sé exactamente cuánto voy a gastar cada mes ni en qué momento. Igual un mes solo uso 2.000 euros y al siguiente 5.000. La línea de crédito me permite adaptarme sin estar pagando intereses por un dinero que aún no uso.

Además, hay que fijarse en que los préstamos suelen estar pensados para cosas grandes y a largo plazo, mientras que los créditos se usan más para gastos del día a día, cubrir desfases o aprovechar oportunidades rápidas, como comprar stock con descuento.

Esto no significa que uno sea mejor que el otro siempre, sino que depende totalmente de para qué lo quieras. Lo descubrí hablando con varios emprendedores, y casi todos coincidían: si necesitas inversión inicial, préstamo; si buscas liquidez constante, crédito.

 

Hay varios factores que hacen que tengas que pensar bien tu elección

El primero es la cantidad de dinero que necesitas. Si es un monto grande y concreto, el préstamo parece lo lógico. Pero si lo que quieres es una especie de respaldo financiero, el crédito gana.

El segundo es la estabilidad de tu negocio. Si tienes ingresos regulares y bastante previsibles, puedes asumir un préstamo porque sabes que podrás pagar las cuotas fijas. Pero si estás empezando y tus ingresos van a ser muy variables, entonces quizá te convenga más un crédito.

Otro factor son los plazos. Los préstamos se suelen pagar en varios años, y te comprometen más a largo plazo. El crédito, en cambio, puede ser renovable cada año o tener plazos más cortos.

Y por último, está el tema de las comisiones y los intereses. No es solo mirar el porcentaje del interés, también hay que ver qué gastos adicionales lleva. A veces lo barato sale caro, y te lo digo porque me encontré con ofertas que parecían buenísimas hasta que leías la letra pequeña.

 

Antes que nada, infórmate bien de tus necesidades

Algo que entendí rápido es que no sirve de nada lanzarse a pedir dinero sin saber bien para qué lo necesitas. Cuando empecé a mirar opciones, pensé que lo importante era conseguir la cantidad más alta posible, pero no es así. Lo primero es tener claro qué gastos tienes, qué ingresos esperas y en qué momentos puede que te falte liquidez.

Si no haces ese análisis, corres el riesgo de pedir más de lo necesario o de atarte a un compromiso que luego se te haga pesado. Por eso me pareció tan útil una idea que escuché de Workcapital, empresa de financiación alternativa para las empresas: antes de decidir, revisa bien tu flujo de caja y entiende en qué punto estás. No se trata de elegir lo que parezca más barato o lo que te ofrezca la entidad de turno, sino lo que encaje de verdad con tu situación.

Lo esencial es conocerte bien antes de firmar nada. Si sabes lo que necesitas, tomar la decisión entre préstamo o crédito se vuelve mucho más sencilla.

 

Lo que no hay que pasar por alto

En España, estos productos financieros están regulados y hay leyes que protegen al cliente. Eso significa que tienes derecho a que te expliquen claramente los intereses, las comisiones y las consecuencias en caso de impago. También puedes exigir que la información se entregue por escrito y con antelación suficiente para revisarla, algo que muchas personas desconocen.

A mí me sorprendió la cantidad de letra pequeña que hay en los contratos. Cosas como comisiones por cancelación anticipada, intereses de demora y hasta gastos de gestión que parecen mínimos, pero que se acumulan. Incluso hay apartados que incluyen seguros vinculados o cláusulas que condicionan la modificación del contrato.

Por eso es clave leer todo, preguntar lo que no entiendas y no firmar nada sin estar seguro. Una decisión tomada con prisa puede convertirse en un problema a largo plazo.

Otra cosa es que los bancos y entidades tienen obligación de darte una copia del contrato firmado, y es tu derecho revisarlo bien antes de comprometerte. Esto me dio tranquilidad, porque al principio pensaba que estabas a merced de lo que ellos pusieran, pero no es así.

Más allá de préstamo o crédito, tienes que estar atento a los términos legales, porque un descuido ahí puede costarte caro. Revisar con calma y apoyarte en la normativa vigente es una forma de proteger tu bolsillo y tu tranquilidad.

 

Herramientas que facilitan la gestión

Hoy en día tenemos suerte de vivir con tanta tecnología. La gestión de préstamos y créditos ya no es tan complicada porque hay un montón de herramientas que te ayudan a organizarte. Por ejemplo, aplicaciones que te avisan de cuándo toca pagar una cuota o que te permiten ver en tiempo real lo que llevas usado de una línea de crédito.

Yo probé varios simuladores online y la verdad es que son muy útiles. Te permiten meter diferentes cifras y ver cuánto pagarías al mes según el tipo de interés o el plazo que elijas. Eso ayuda a tomar decisiones con más información.

También existen calculadoras de amortización que muestran cómo se van reduciendo los intereses a medida que pagas. Incluso hay plataformas que integran todos tus préstamos y créditos en un mismo panel para que no pierdas de vista nada.

Y aunque suene a cliché, tener un Excel bien armado con ingresos y gastos sigue siendo de las mejores herramientas. Lo importante no es solo pedir dinero, sino poder gestionarlo sin que te coma la cabeza todos los meses.

 

Lo que realmente importa

No hay una respuesta universal sobre qué es mejor, si un préstamo o un crédito, lo que importa es qué necesita tu empresa en el momento exacto en el que estás.

Si tu proyecto requiere una inversión grande de golpe, un préstamo puede darte estabilidad y seguridad. Si lo que necesitas es flexibilidad y cubrir picos de gasto, un crédito es mucho más práctico. Y en ambos casos, lo esencial es analizar bien el flujo de caja, revisar los contratos con lupa y no dejarse llevar solo por lo que parece barato.

Al final, todo esto no es para complicarse la vida, sino para darle a tu negocio las herramientas correctas para crecer. Yo lo veo como una decisión que hay que tomar con cabeza fría, sin miedo a preguntar y con la tranquilidad de saber que, si eliges bien, el dinero no tiene por qué ser un freno, sino un impulso.

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