Cómo las empresas de control de plagas adoptan la gestión sostenible para liderar el sector empresarial.

Hablar de plagas suena a algo que preferimos evitar, casi como esas conversaciones incómodas que sabemos que están ahí, pero dejamos para otro momento. Sin embargo, basta con que una cucaracha se cuele en un restaurante, un ratón haga acto de presencia en un almacén de comida o unas termitas empiecen a comerse la madera de una vivienda para que nos demos cuenta de lo importante que es contar con un buen servicio de control. Y lo curioso es que este sector, que tradicionalmente se veía como algo muy técnico y poco atractivo, está cambiando tanto que se ha convertido en un ejemplo de cómo reinventarse. Hoy muchas empresas de control de plagas están liderando el camino hacia un modelo más sostenible y responsable, demostrando que se puede proteger la salud y la seguridad de las personas sin castigar al medio ambiente.

Cuando hablamos de sostenibilidad en este ámbito no nos referimos a ponerle una etiqueta verde a lo de siempre, sino a una transformación real en la forma de trabajar. El control de plagas ya no se basa en llenar todo de productos químicos como se hacía hace años, se trata de combinar conocimiento, innovación y tecnología con un compromiso claro con el entorno. Y lo interesante es que este cambio está generando nuevas oportunidades empresariales, ayudando a que estas compañías se posicionen como referentes en su sector, porque cada vez más clientes valoran que el servicio que contratan esté acorde a sus propios valores y preocupaciones.

Un sector que aprende a convivir con la naturaleza.

El primer paso de este cambio pasa por entender que no se trata de eliminar todo lo que se mueve, sino de aprender a convivir con la naturaleza poniendo límites cuando las especies invaden espacios en los que causan problemas. Si lo piensas, muchas de las plagas que nos afectan en la ciudad han llegado hasta nosotros porque hemos modificado el entorno. Las palomas que llenan las plazas, las ratas que se esconden en las alcantarillas o las cucarachas que aparecen en las cocinas están ahí porque encuentran comida, refugio y condiciones favorables creadas por la actividad humana. Por eso, las empresas que apuestan por la gestión sostenible no se centran únicamente en aplicar un tratamiento, se trata de identificar la raíz del problema.

Un ejemplo muy claro se ve en la hostelería. Imagina un bar en pleno centro de Cádiz con sus mesas llenas de tapas y cañas en verano. Si aparece una cucaracha en la terraza, lo último que quiere el dueño es que alguien saque el móvil y lo suba a redes sociales, porque en cuestión de horas el vídeo podría tener miles de visitas y arruinarle la reputación. Antes, la solución era fumigar cada poco tiempo y esperar a que los clientes no se enterasen. Hoy, la mentalidad es diferente: se revisan los desagües, se colocan barreras físicas, se educa al personal sobre limpieza y se aplican productos de bajo riesgo únicamente en los puntos críticos. Así se evita la dependencia de químicos y se actúa con previsión en lugar de esperar a que el problema estalle.

La tecnología, esa gran ayuda.

Si algo ha cambiado las reglas del juego es la tecnología. Antes, el control de plagas era un trabajo casi artesanal, basado en la experiencia del técnico y en productos más o menos fuertes. Ahora las empresas están incorporando sistemas digitales que facilitan muchísimo la gestión. Se utilizan sensores que detectan el movimiento de roedores, trampas inteligentes que envían avisos en tiempo real o aplicaciones móviles que permiten al cliente seguir todo el proceso desde su propio teléfono. De esta manera, un gerente de supermercado puede saber si se ha registrado actividad en alguna zona del almacén sin necesidad de esperar al informe mensual del técnico.

Este tipo de innovaciones, además de hacer el trabajo más efectivo, también aportan transparencia y confianza, dos valores que las empresas actuales necesitan cuidar más que nunca. Los clientes ya no quieren un servicio del que apenas saben nada, buscan estar informados y tener la seguridad de que se actúa de forma responsable. La digitalización también permite llevar un control exhaustivo del uso de biocidas, registrando cantidades y localizaciones exactas, lo que ayuda a reducirlos al mínimo y a cumplir con normativas cada vez más exigentes.

Un ejemplo muy gráfico es el de las trampas para ratones con conexión a internet. Funcionan como una especie de “ratonera 2.0” que, en lugar de esperar a que el técnico la revise cada semana, envía un aviso al instante cuando detecta actividad. Esto ahorra desplazamientos innecesarios, reduce las emisiones asociadas al transporte y garantiza que el problema se atienda sin demora. Es como pasar de esperar la carta del banco a recibir una notificación en el móvil, todo se vuelve más ágil y rápido.

La sostenibilidad como valor de marca.

En este punto conviene mirar más allá de lo puramente técnico. Cuando una empresa de control de plagas adopta un modelo sostenible, está construyendo una imagen de marca mucho más sólida. Los clientes de hoy se fijan en cómo trabajan las compañías, no solo en lo que ofrecen. Piensa en cómo elegimos cada vez más los productos del súper por su envase reciclable, en cómo preferimos alojarnos en un hotel que anuncia medidas de ahorro energético o en cómo valoramos que una cafetería utilice vasos compostables. Con las empresas de control de plagas ocurre lo mismo: quien busca estos servicios quiere sentir que está apostando por una solución responsable.

De hecho, en sectores como la alimentación o la hostelería, contar con un proveedor de control de plagas sostenible se ha convertido en una ventaja competitiva. No es lo mismo presentar una auditoría a Sanidad mostrando un simple listado de fumigaciones que poder enseñar un plan detallado de prevención, trazabilidad de productos y un compromiso con la reducción de biocidas. Esto transmite seriedad y ayuda a las empresas a diferenciarse frente a sus competidores. Desde Fumicon destacan precisamente que el futuro del sector pasa por integrar este tipo de prácticas, ya que los clientes no solo buscan eficacia, también demandan respeto por el entorno.

Un cambio cultural dentro y fuera de la empresa.

No podemos olvidar que la sostenibilidad no se logra únicamente con tecnología o procedimientos, también requiere un cambio cultural. Los trabajadores de estas compañías reciben formación constante para entender la importancia de actuar con responsabilidad. Ya no se trata únicamente de colocar una trampa o aplicar un gel insecticida, hay que comprender por qué se hace de una manera determinada, cómo afecta al entorno y qué alternativas existen para hacerlo mejor.

Lo mismo ocurre con los clientes. Un restaurante puede tener el mejor plan de control de plagas, pero si su personal no gestiona bien los residuos o deja bolsas de basura abiertas, el problema (con muchas patas o muchos pelos) volverá una y otra vez. Por eso, parte del trabajo de las empresas sostenibles es educar y concienciar, explicando a los responsables de los negocios qué hábitos deben corregir y cómo pequeñas acciones pueden marcar un antes y un después. Es un poco como enseñar a alguien a cocinar: puedes llevarle un plato preparado, pero si le das las pautas para hacerlo él mismo, tendrá el control a largo plazo.

Aquí encaja una metáfora sencilla. Piensa en un equipo de fútbol: no basta con tener un buen delantero si el resto de jugadores no sabe defender o mantener el balón. Lo mismo pasa en el control de plagas, el técnico puede ser muy bueno, pero si el personal del negocio no colabora, el resultado no será duradero. La sostenibilidad se logra cuando todos los participantes entienden que forman parte de la jugada.

El futuro que se abre para este sector.

Lo más interesante de todo es que este cambio no es una moda pasajera, es una tendencia que está marcando el futuro. Cada vez más normativas europeas limitan el uso de ciertos químicos, cada vez más clientes exigen transparencia y cada vez más sectores necesitan demostrar que cumplen con criterios de sostenibilidad. Las empresas de control de plagas que se adapten a esta nueva realidad, además de sobrevivir, podrán crecer y liderar el mercado.

De hecho, hay un paralelismo muy claro con lo que pasó en la automoción. Durante años se pensaba que los coches eléctricos eran una rareza y que nunca sustituirían a los de combustión. Hoy, aunque aún no dominan del todo, ya nadie duda de que representan el camino a seguir. Algo parecido ocurre en el control de plagas: el modelo tradicional basado en químicos a gran escala está dando paso a un enfoque más tecnológico, preventivo y sostenible que marcará la pauta en los próximos años.

Lo que está en juego no es solo la reputación de un restaurante o la tranquilidad de una familia en su casa, sino la forma en que como sociedad gestionamos nuestra convivencia con el entorno. Y ahí las empresas de control de plagas tienen una oportunidad única de demostrar que se puede proteger la salud, cuidar los negocios y, al mismo tiempo, respetar el medio ambiente.

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